martes, 12 de agosto de 2008

LA MISIÓN CONTINENTAL, UN CAMINO DE FE Y ESPERANZA


Aparecida como Acontecimiento eclesial, es un Nuevo Pentecostés para la Iglesia, llamada a ser misionera y este mandato misionero de Jesús es un imperativo: “Vayan”, un verbo activo que implica encender la llamada del amor por la misión, arder de amor por Jesús y la humanidad y preocuparse por anunciar la Buena Nueva de la Salvación sin escatimar esfuerzos. Este es un compromiso, que no corresponde sólo a los religiosos y religiosas, a los obispos y sacerdotes; es un compromiso de todos los bautizados. Porque la Iglesia, que es esencialmente misionera, existe para la misión, esa es su identidad propia, como lo advierte el Papa Pablo VI en su Encíclica “Evangelii Nuntiandi” en el numeral 14: “la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia; una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa”.La misión de la Iglesia, no puede ser por lo tanto, un momento para encender la hoguera y dejar que el viento sople sobre el brasero, hasta que se apague el fuego encendido. Tiene que ser un acontecimiento de gracia, un kairós, que anime la “vocación misionera de los cristianos, fortaleciendo las raíces de su fe y despertando su responsabilidad para que todas las comunidades cristianas se pongan en estado permanente de misión” (Orientaciones: La Misión Continental. Para una Iglesia misionera. C. I. n. 2). Debe ser un camino de fe y esperanza, que nos haga tomar conciencia de la necesidad de pasar, de la pasividad a la acción, de una pastoral de la conservación a una pastoral de convicciones profundas, de una fe desencarnada a una fe coherente, de un anuncio descontextualizado a un kerigma que lleve a revitalizar el encuentro con Cristo vivo y a despertar el sentido misionero, en otras palabras: “salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos, para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de sentido, de verdad y amor, de alegría y esperanza” (DA 548).Así que, invito a cada lector: levántate, no tengas miedo, no estás solo, Cristo hace camino contigo. Responde generosamente a la llamada del Señor y sé un misionero. Como el Profeta Jeremías, déjate seducir por la Palabra de Dios: “me sedujiste y me dejé seducir” (Jr 20,7), como el profeta Isaías, escucha la voz de Dios: ¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí? y responde con prontitud: “Aquí estoy, Señor, envíame” (Is. 6,8), como los apóstoles, que “dejándolo todo” (Lc 5,11), siguieron a Jesús, dile hoy al Señor: “Señor quiero ponerme en tus manos, haz de mi un instrumento de tu amor y tu misericordia”; como la Virgen María, responde al Señor: “aquí está tu esclava”, tu servidor, “hágase en mi, según tu palabra” (Lc 1,38).
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